Tal vez un himno VIII
¿Y qué haré para que no te vayas? ¿Romperte tus cuatro narices cardinales?
No, Lucía, hay demasiada sangre derramada ya sobre la mesa, en el mantel
tuyo y de tu madre, y de la madre de tu madre. Tu nacimiento nos cambió de
estrella, pero no de cielo; nos cambió de rama, pero no de árbol; nos cambió
por otros padres, que en verdad te quieren, pero son iguales a nosotros. ¿Qué
haré entonces para que no te quedes? Afila bien tus palabras y mata con ellas
a tu padre en el primer cruce de versos.