Tal vez un himno XIII
Me alumbras con los ojos de tus dedos. Ahí está el dibujo de la casa, del perro
y de tu madre. Aunque no estén en tu boceto, entre la genista y mis pestañas
se abren tus pechos tanteando el aire, y en el ápice del cielo se atiborran de
miradas. ¿Cuándo creciste, Lucía, mujer con botas, cazadora de gigantes? No
sin miedo, miro la arena interminable de tus piernas: que nadie te aprisione en
un reloj para medir la muerte. Deslíndate de este llanto hueco, de este andar
sin agua de mis olas. Tú, tierra azul, deja atrás al mar empolvado de mis ojos,
lleva tu saliva y fertiliza otras arenas, otros peces. Este océano me ha dado las
espaldas y yo a él. No tengo más playa en este verso; no tengo sino a este
hombre asustadizo, que te inventa y te convoca: una mirada tuya, lo haría
trizas. ¡Ilumínalo!