Y seguimos pidiendo la palabra: PECAS
Llegan durante la lluvia de estrellas que acompaña al otoño en Damsoo, pero habitan sólo la piel de quienes creen en duendes (charas nequetro, “huellas de duende”, se llaman en fulerno clásico) y, aunque son parásitos dérmicos, se entienden como bendición de Guarjac, “Dios del paso mullido y la piel con manchas”, porque se dice que quien las tiene, siente la brisa en la piel dos veces, una en sí, otra en las nequetro y aún que pueden ser como ojos si el portador se ejercita bien y aprende a dominar la curiosidad que despierta en los humanos ver más y sentir mejor. Es éste un arte antiguo y lleno de riesgos, sin embargo.
Cuentan los viejos que Guarjac bendijo abundantemente a una mujer que dormía al fin del verano en una hamaca en el jardín. Llovió el dios sobre la bella y las togrim aslaga(“gotas del iris de Guarjac”, como también se les llama) cubrieron su espalda alta y el nacimiento del pecho junto a los hombros. Al otro día la mujer despertó y sintiendo el amanecer en la piel y viendo los colores en sus hombros no quiso volver a vestir nada de la cintura hacia arriba y echó a andar por la ciudad y la gente que la vio pensó que estaba loca y la encerró en un cuarto obscuro para que, falta de luz, el mal cesara y ella volviera a su vida normal. Entristecido, Guarjac la sacó de ahí y la hizo invisible a los hombres. Ahora Dauracalórola, “la del sueño de albas”, camina tras la lluvia y cuando la alcanza y vuelve a sentir que amanece en su piel su alegría es tan grande que baila y es el arco iris.