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Y seguimos pidiendo la palabra: WILFRIDA (28-Jun-14)

Escrito por Esteban Beltrán Cota en Sábado, 28 Junio 2014. Publicado en Literatura

Wilfrida abrió la ventana y se encontró con un amanecer sinuoso, la bruma se veía café claro por tanto polvo que había en el ambiente o por la carnosidad que cada día ganaba más espacio a lo blanco y café de sus ojos.  Se puso una cobija  sobre su hombro y salió para respirar esa espesura.

Con sus pies agrietados se fue abriendo espacio entre las ramas muertas y húmedas del árbol que había cortado el día de ayer.

Hacía tanto tiempo que su figura de caballero medieval hambriento no se posaba sobre ningún rincón de esa tierra árida; había olvidado casi por completo cómo era su sombra.

En esa espumosa mañana no se veía a nadie que pudiera arrojarle alguna piedra, pegarle con algún palo ó hacerle resonar las costillas con alguna patada.

Parecía que su piel hervía al contacto del poco calor que se le trasminaba.

Esa mañana anaranjada y mostaza le recordaba el último cigarrillo que se había fumado con Arturo, aquel hombre que se adornaba el cabello con pequeñísimas arañas que encontraba en las plantas y uno que otro alacrán recién nacido que robaba a sus madres.

Se recostó sobre el gran roble que había en el patio de “la Vampira para esperar que la noche lo alcanzara tomando tequila y con una  comezón extraordinaria en la cabeza.

Arturo se había caracterizado por ser sumamente práctico por eso coleccionaba insectos vivos y una gama muy variada de olores que le servían de repelente contra la gente que escapó de su mundo años atrás.

El mundo no cambia y, sin embargo, se mueve, repetía constantemente a intervalos, entre cada trago y cada araña o alacrán que depositaba en su boca.

Wilfrida saldrá con más tizne caliente sobre su cuerpo y con la brasa que siempre trae en su mano izquierda, nos calentaremos y buscaremos muchas estrellas fugaces en el firmamento para que acumulemos deseos entre los dos para seguir viviendo; decía una y otra vez como estribillo de canción popular, luego de que se acabara la botella.

-Wilfrida no saldrá porque es luna llena, nunca le gusta mostrar el cuerpo, dice que los pecados se lavan en casa y cuando no se puede hay que cubrirlos con negro, porque lo oscuro niega la existencia de todo y si nada existe, entonces sólo nos queda lo que inventamos en las oscuras noches cuando nadie nos ve, ni  nos oyen  ni nos hacen daño.  Voy a tocarle la puerta, no es posible que me deje solo con este frío calador de huesos y sin la brasa para prender mi cigarro.

Wilfrida le abrió, sólo se veía una luciérnaga desde la calle que volaba de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba hasta que la consumió el tiempo.

Arturo salió espetando palabras que difícilmente podrían traducirse e intempestivamente tropezó con un leño; cayó de nuca sobre una gruesa raíz del roble y ya no se escuchó más.

Wilfrida salió enojada con un hacha filosa y le dio con toda su humanidad hasta derribarlo. 

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