AHORA SE VOTA POR LOS QUE OBEDECEN
En la era planetaria en la que nos ha tocado vivir, denominada desde la perspectiva económica como globalización, los vasos comunicantes de la economía y de la política, han llevado a los ciudadanos no sólo de los países ricos sino también de las naciones eufemísticamente llamadas en vías de desarrollo –por no decir pobres- a votar por los que obedecen. Las políticas públicas no están determinadas por lo que piensan los gobernantes a quienes se les ha delegado el poder ciudadano a través del sufragio; las políticas públicas resultan de los designios de los grandes centros financieros internacionales, y en el extremo del ejercicio de los poderes fácticos, de las grandes transnacionales, quienes en su conjunto se han convertido en poderes supranacionales reduciendo el poder político de los gobiernos autóctonos, y por extensión, el poder de decisión.
En este contexto, los ciudadanos votan por convicción o por omisión. Porque comparten un programa de acción; una declaración de principios; y una plataforma política del partido de su preferencia, y en otros casos, porque no saben por quién están votando y lo hacen bajo la influencia de los medios, de la propaganda, de la imagen, y en el peor de los escenarios, porque su voto ha sido “comprado” a través de prebendas en especie o en efectivo. Las masas votantes se han convertido en una montaña de escombros de lo que debía ser la ciudadanía; en carne de cañón de las campañas electorales; y terminan siendo víctimas de aquellos que han sido depositarios de ese poder ciudadano que les fue transferido el día de la elección.
Pero nada es gratuito; quienes han sido investidos de poder público, sean gobernantes o representantes populares, gozarán de ciertos beneficios personales a cambio de su obediencia frente a los dictados de ese poder sin rostro y sin fronteras. Obvio que esos beneficios son cosa de nada frente a las ventajas que obtendrán aquellos que mueven los hilos de la economía mundial, y como consecuencia lógica, los mismos que mueven los hilos de la política global. Obedeciendo a esos inescrupulosos intereses, los gobiernos autóctonos y sus representantes populares, han dejado a la vera del camino, el interés general de quienes dicen representar; el concepto de patria o de nación, les parece un anacronismo; y de la Ética, preguntan ¿Con qué se come?
Y si muchos creen que esto sólo pasa en Marte o Júpiter –asumiendo que hubiera vida en esos planetas- están rotundamente equivocados. Aquí, a la vuelta de la esquina, en México, no pasa nada diferente. Como muestra, no uno sino varios botones: La aprobación de la ley en materia laboral; la ley educativa –que también es laboral-; la ley de telecomunicaciones; la ley fiscal; y la joya de la corona, la reforma constitucional energética, y sus leyes secundarias relativas a PEMEX y la CFE. Quienes votaron por el PRI, por el PAN, por el Verde, y el Panal, eligieron gobernantes y representantes populares para que éstos obedecieran al mandato de los poderes supranacionales que hoy colocan a nuestro país en la subasta más grande de su historia, asumiendo el papel de esquiroles del neoliberalismo internacional y traicionando a su nación. Al tiempo…
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