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CALIDAD DE VIDA

Escrito por Jorge Alberto Vale Sánchez en Domingo, 24 Noviembre 2024. Publicado en Artículos de opinión en BCS, Columnistas, Columnistas BCS , Cultura Empresarial, Desarrollo humano, Desarrollo organizacional, Jorge Alberto Vale Sanchez

Toda persona madura busca elevar su nivel y calidad de vida. El esfuerzo familiar generacional también se enfoca hacia ello, de tal forma que los padres buscan construir un patrimonio para sus hijos y así, en cadena, las familias avanzan para cumplir sus deseos de fortalecerse, encontrar la felicidad y la realización plena. Si bien este concepto tendrá diferentes significados para cada persona, en general podemos considerar que se busca mejorar paulatinamente la calidad de vida resolviendo las expectativas y necesidades de carácter físico-biológicas, económicas, sociales y espirituales. Esto es, buscamos resolver primeramente las necesidades de alimento y vestido para después tratar de llenar las expectativas financieras, de seguridad en el empleo, contar con una vivienda, etcétera. Posteriormente buscamos satisfacer los deseos de reconocimiento grupal dentro de la organización en la que trabajamos o la propia sociedad en la que vivimos, para después buscar trascender en el conocimiento de nosotros mismos y del legado que dejamos a nuestros sucesores.

Es fácil pensar que la calidad de vida se construye exclusivamente desde nuestra casa, sin embargo nuestras expectativas apuntan hacia resultados provenientes del trabajo y la vida colectiva, y por tanto de las relaciones productivas que establecemos con los demás tanto dentro del ámbito familiar como el laboral. En realidad el esfuerzo que se aplica en lo cotidiano para mejorar nuestro nivel y calidad de vida es relativamente menor comparado con el gran potencial de talento, dedicación, ingenio, iniciativa y empeño que la actividad cotidiana permite.

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Algunas personas confunden las “llaves” para abrir la puerta de una mejor calidad de vida siguiendo prácticas fáciles y manipuladoras en sus relaciones con los demás, normalmente aprendidas en los ámbitos educativo, deportivo y social, en los que se acostumbra encontrar resultados a muy corto plazo. Se confunde la conveniencia y las ganancias, asumiéndolos como valores que desplazan a la ética y los buenos principios, hasta considerar que mejorar la calidad de vida está dado por indicadores de poder, riqueza o posición social, acostumbrándose a que es posible obtener lo que se desea de forma rápida, recurriendo a negociaciones inequitativas, haciendo perder a otros para ganar e imponiendo las propias reglas. Es común identificar este escenario con frases como “no se gana lo que se merece sino lo que se negocia”.  Este tipo de confusiones separan o eliminan cualquier relación entre la calidad de vida personal en casa y la calidad del producto del trabajo o los servicios que presta la misma persona en su institución. Pero la verdad es que estos métodos rápidos y fáciles no construyen ni relaciones productivas duraderas, ni permiten la construcción de un proyecto de vida que aseguren el nivel y la calidad deseados. Un camino seguro para la construcción de relaciones humanas duraderas con las que se pueden construir paulatinamente nuestras expectativas, es centrar nuestras acciones y decisiones en principios como la honestidad, la justicia, la equidad, la integridad, la confianza, la credibilidad, el respeto y la responsabilidad, entre otros, los cuales son leyes universales propias de las relaciones humanas y de las organizaciones, actuando como leyes naturales, invariablemente, aun si las tomamos en cuenta o no. Más aun, la gente dentro de una organización pública tiende a confiar y a depositar su credibilidad en directivos que centran sus decisiones en los principios o leyes universales que permiten la mejoría individual para cada participante y a la colectividad en su conjunto.

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Jorge Alberto Vale Sánchez

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