Celebración
No había un motivo para celebrar, y la gente seguía gritando al unísono de una voz ejecutiva, ¡Viva!, mientras estos borregos diseminaban la ignorancia entre sus crías de corral.
Comida, música y diversión fueron las promesas de un evento que algunos se atrevieron a llamar tradicional. Cuando lo más tradicional que hubo fue el entretenimiento al pueblo, en otros tiempos recibía el nombre de “circo, pan y vino…” el día de hoy fuegos artificiales.
Pero qué podemos esperar de una nación con personas que prefieren celebrar, aún sin motivos, a tomar acciones y enfrentar a los verdugos de corbata ajustada, aquellos que nos dejan sin comer con sus reformas y presupuestos mal utilizados.
Orgullo sería que nuestros niños aprendieran que cantar a una bandera significa unirse al otro en causa y tempestad, que las palabras “al rugir del cañón” fueran metáforas que representan a generación hambrienta de conocimiento y libre expresión.
No me lo tomen a mal, no todo es trabajo y frustración, de hecho los juegos mecánicos fueron la sensación del momento pero me da tristeza pensar que el abuelo frente a mi cantaba el himno nacional orgulloso de su patria mientras que a mi lado los niños preguntaban ¿Cuándo se acaba papá?
Me hizo reflexionar sobre lo mexicanos que somos: sin motivos ni razón, pura pachanga y diversión... ¿Es esto lo que nuestro pueblo merece? Yo solo puedo pedir que ojalá y ruja el cañón con las palabras de quienes realmente quieran cambiar esta hermosa y bella nación.