Cultura Empresarial: DE LO PÚBLICO A LO PRIVADO
Normalmente las relaciones entre hermanos dentro de un núcleo familiar suelen ser cordiales, aunque sea axiomáticamente, pero también presentan continuamente etapas críticas, que se acentúan sobre todo cuando las edades son cercanas. Lo anterior contrasta con la relación de los propios hermanos, en lo individual, con cualquiera de sus amigos. Pareciera que las relaciones entre amigos son de mayor calidez y compenetración afectiva que las relaciones entre hermanos.
El viejo dicho “candil de la calle, oscuridad de la casa” encaja perfectamente en ello. A primera vista parecen más difíciles las relaciones entre propios que entre ajenos. De alguna forma, lo anterior tiene que ver con la prioridad que damos a los intereses personales frente a los intereses de las demás personas con las que convivimos. Esto es, del orden de lo público a lo privado, o bien de lo privado a lo público, en el sentido de que priorizamos nuestros intereses y por lo tanto nuestras decisiones sobre las de los demás.
Priorizar lo privado sobre lo público; es decir, “primero lo mío y después lo de los demás”, nos lleva a una visión de estrechez y en cierto sentido de egoísmo, mientras que pensar priorizando lo público sobre lo privado nos encamina a una visión de abundancia en la cual nuestros intereses particulares resultan de los colectivos y se benefician de ellos. Pensar y decidir de lo público a lo privado nos lleva necesariamente a pensar y decidir sobre eventos en los que nos ponemos “en los zapatos del otro” y de entrada se asegura “comprender antes de ser comprendido”, principio necesario para un ambiente de conciliación.
Dentro de una empresa u organización pública, en aquellos eventos en los cuales existe una confusión o contradicción entre los intereses colectivos o públicos de los miembros de la organización con aquellos intereses de algún grupo o individuo de ésta, se generan crisis organizacionales que la mayor parte de las veces terminan por provocar inestabilidad a la institución. Si los intereses públicos o colectivos inhiben a los intereses privados, los grupos o individuos pierden motivación y sus frustraciones se ven reflejadas en el poco o nulo espíritu de pertenencia a la institución. Por el contrario, si los intereses privados de grupo o individuos prevalecen e inhiben los de la colectividad, el rumbo institucional se pierde provocando el debilitamiento de la institución y la debacle organizacional.
Pensar de lo público a lo privado, resaltando los principios y valores comunes al individuo y a la colectividad, permite desarrollar un clima de armonía, respeto, convivencia y efectividad, que beneficia tanto a la institución como al individuo y a los propios grupos a los cuales éste pertenece dentro de su propia institución. Ello permite desarrollar plenamente el carácter público de la organización.