DECISIONES BAJO PRESIÓN
No hay duda que el éxito y la eficacia de las organizaciones y empresas dependen, en muy buena medida, del trabajo en equipo. Así, el desempeño de los directivos como enlaces es fundamental para garantizar que el equipo participe de manera democrática en los procesos mismos de desarrollo organizacional. Pero no siempre, debido al factor humano, es suficiente cumplir con los pasos que marca el “manual” y que cada quien haga lo que en teoría le corresponde.
En la práctica, el deseo de éxito personal se enfrenta con la búsqueda del éxito en grupo y mientras el directivo líder no logre alinear los valores y en especial los principios de los individuos del grupo con los correspondientes a la organización, el grupo estará expuesto a las altas y bajas provocadas por la competencia entre los integrantes del grupo, ante el liderazgo natural de cada persona y los conflictos interpersonales metas-institucionales. El promover un ejercito participativo en la toma de decisiones, en donde el líder ejecuta la acción derivada del consenso, nos enfrenta, además de los anteriores problemas señalados, a la posibilidad de que personas o grupos con intereses individuales o de grupo político fuera de los intereses de la propia organización.
Entre las consecuencias más graves de esta simulación está: el deterioro de las relaciones interpersonales, el debilitamiento de la figura del directivo líder; el estancamiento en la toma de decisiones importantes para la Organización o Empresa y el alejamiento del alcance pleno de la misión institucional, la exposición de problemas irresolubles que violentan los valores individuales con los de la organización y el debilitamiento del proceso democrático en la toma de decisiones dentro de los grupos y de la propia institución. Estos síntomas de debilitamiento organizacional han llevado a que varias de nuestras instituciones públicas adopten modelos para la toma de decisiones fundamentales en el ejercicio de la presión política y en donde los grupos informales buscan posicionarse en los órganos de decisión pluripersonales para inducir decisiones corporativas que satisfagan sus expectativas individuales o de camarilla, haciendo a un lado los objetivos, las metas y la misión de la institución publica a la que pertenecen. De esta forma la crítica y la movilización política son encaminadas a generar el marco de referencia para sesgar las decisiones que mas convengan a sus propios intereses. Son comunes las manifestaciones escritas en volantes, plantones, toma de decisiones, comentarios en columnas periodísticas, tendientes todas ellas una simulación de crisis institucional para agilizar decisiones soportadas con falacias, con falta de información, y sobre todo con una alta internacionalidad política. En este contexto cualquier error directivo es elevado al nivel de caos y es aprovechado con fundamentos legalistas para engrandecer sus efectos negativos, impedir su pronta solución y provocar diferencias entre las áreas adjetivas y sustantivas de la organización.
Estos procesos de debilitamiento institucional se desarrollan con exagerada rapidez como todos los procesos destructivos.
Por el contrario, el alejarnos de un modelo de toma de decisiones bajo presión hacia un modelo de decisiones participativas de grupos con democracia lleva a procesos muy largos que dependen de la capacidad institucional para generar, fortalecer e inducir una cultura organizacional centrada en principios y valores.