Cultura Empresarial: HARDWARE Y SOFTWARE
¿Recuerda el lector alguna ocasión en la cual haya tenido que trabajar en un proyecto cuando en realidad su deseo era estar haciendo alguna otra actividad? ¿Qué tanto tiempo se tuvo que invertir para realizarlo o incluso para iniciarlo? ¿Cuál fue la calidad del proyecto? ¿Cómo afectaron la actitud y el estado mental, el desempeño del proyecto? Es claro que nuestra actitud y estado mental tienen un peso significativo sobre el diario quehacer. De ellos depende, en mucho, si nuestro día es bueno o malo, pues cuando la actitud es favorable con lo que estamos haciendo, nos desempeñamos mejor en cualquier circunstancia.
Sucede comúnmente que ante una crisis de salud se atiendan sus síntomas sin poner atención realmente a las causas que originan el padecimiento, trayendo como consecuencia que los síntomas reaparezcan una y otra vez. De igual forma, algunos de nuestros problemas cotidianos, como son el aprovechamiento del tiempo, el desempeño laboral, la capacidad emprendedora, la eficacia en la construcción de relaciones productivas, etcétera, considerados problemas “duros”, en realidad son síntomas del estado mental o actitud con los que iniciamos cada actividad. Es decir, que su causa es un problema “suave” de naturaleza humana, de actitud.
La actitud o estado mental es una de las componentes “blandas” del sistema productivo de la organización, al igual que las componentes “duras” son las políticas institucionales, los procesos, las normas y los sistemas institucionales. Estas componentes son equivalentes al hardware y el software, tan conocidos dentro del lenguaje informático.
Comentamos en artículos anteriores, que la dinámica del desarrollo organizacional nos lleva de una etapa emprendedora, con mucho ánimo y participación colectiva, hacia una etapa de crecimiento donde sus propios resultados motivan y mantienen la disponibilidad de involucramiento en las actividades productivas institucionales. También comentamos cómo después de estas etapas, poco a poco el desarrollo favorable empieza a mostrar una disminución, dejando ver un estancamiento institucional o crisis de la cual sólo cabe esperar la renovación o la declinación del proyecto. Tomar un camino u otro durante esa etapa depende en gran medida de la actitud o estado mental que tengamos para enfrentar el paso siguiente.
Pocos directivos se preocupan por enfrentar la problemática relacionada con la actitud colectiva y la disposición de la gente para participar en el desarrollo de las organizaciones públicas. Es fácil y hasta cómodo caer en la creencia de que resolver los problemas “duros” de la organización, como son el financiamiento, los procesos, la normatividad, traerán como consecuencia y de forma automática la resolución de los problemas “blandos”, es decir aquellos de naturaleza humana como la actitud o el estado mental. Pensar así implica suponer que por sí mismos los miembros de la organización se sumarán al cambio y al desarrollo de la institución. Sin embargo, al igual que el síntoma de una enfermedad no se cura con aspirinas, aplicando respuestas a los síntomas y no a las causas, los problemas institucionales no habrán de desaparecer de manera automática o bien lo harán sin el involucramiento de la gente.
En las últimas dos décadas los estadounidenses apostaron todo su potencial a su equipo e infraestructura tecnológica, lo cual obviamente tiene un límite. Mientras tanto, los japoneses y recientemente los chinos, apostaron a una cultura que liga la productividad con el espíritu humano, mismo que prácticamente carece de límites. En la nueva época que nos toca vivir se reconoce que estos modelos se llevan de la mano y son necesarios para la nueva cultura organizacional. Es como en una computadora, donde tienen igual importancia el hardware y el software.
Por ello, resulta de vital importancia reconocer que en la dinámica del desarrollo organizacional los cambios de estructuras, procesos y normatividad, son tan importantes como la actitud o el estado mental con los cuales la colectividad enfrenta dichos cambios, ya que una actitud cooperativa y de soporte es fundamental para cualquier nueva etapa de crecimiento dentro de la institución. Enfocarnos hacia la actitud o estado mental colectivo es recuperar el entusiasmo, la energía y los deseos de participar para lograr una disposición equivalente al ánimo con el que iniciamos un proyecto que nos apasiona y que estamos deseosos de lograr.