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Desnuda en el avión

Escrito por Ramón Ojeda Mestre-QEPD en Jueves, 17 Noviembre 2016. Publicado en Anécdota, Columnistas, Opinión

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Venía completamente dormido, no lo sé, había tenido mucho trabajo y el vuelo había salido tempranito y con eso de que lo citan a uno dos horas antes y con el tráfico acostumbrado en la capital, más las marchas y protestas de todo jaez, tiene uno que salir horas antes desde el lejano municipio mexiquense donde sobrevivo.

El hecho es que venía catatónico cuando en el pésimo sonido interior de la aeronave se medio oyó la voz chillona de una azafata desganada y casi autómata diciendo algo así como señores pasajeros hemos iniciado nuestro descenso, en pocos minutos aterrizaremos por lo que les suplicamos enderezar el respaldo de sus asientos, guardar la mesita, ajustar sus cinturones de seguridad y levantar la cortinilla de la ventana.

No crea que así se oyó de claro y menos un servidor de ustedes que, insisto, venía totalmente ponchado. Lo que pasa es que me sé de memoria su cantaleta. De repente, la guapa y joven mujer que venía a mi lado se quitó el suetercito, luego los zapatos y de inmediato la falda, la holgada blusa se la desabrochó y tiró en un santiamén, luego el brassiere y al final las braguitas como diría Penélope Cruz. Quedó totalmente desnuda y yo sólo le veía un tatuaje en el brazo izquierdo que decía algo así como Get me o Forget me, no sé, no podía poner mucha atención en ese tatuaje y parecía que nadie en el avión se hubiera percatado de lo que mi deshinibida compañera de asiento estaba realizando. Me quedé helado, o, mejor dicho, inmóvil, que es diferente. Es más, tampoco me quedé totalmente inmóvil, pero eso no viene al caso.

De improviso la espectacular morena se levantó completita y se paró en el pasillo mostrando un letrero pintado en su hermoso anverso con letras muy bien dibujadas que decía: ¡No, a la reforma educativa¡ y más abajo de la cintura otro en letras rojas que decía ¡No a la reforma Fiscal¡ Nadie se molestó, nadie reclamó, ninguna mujer le ofreció piadosamente paño alguno para cubrir sus pudendas partes, nada, los que estaban más atrás empezaron a estirar las cabezas por encima de los respaldos pues siempre es incómodo tener que analizar algún mensaje político con el cinturón de seguridad puesto.

Parece que la esbelta aunque voluptuosa chica comprendió el problema de visibilidad pues de inmediato inició un recorrido lento por todo el pasillo hacia el fondo del avión y allí es donde pude notar que traía atrás un gran letrero que le cruzaba desde el cuello hasta los tobillos que decía, ¡No a la Reforma Energética! Y luego en una pierna, con gruesas letras amarillas ¡No privaticen el petróleo! Y en la otra pierna muy bien torneada, igual que la anterior, otra vez lo mismo: ¡No privaticen el petróleo¡ nada más que escrito de abajo hacia arriba. Los pasajeros comentaban muy solemnemente tan oportunos, originales y juiciosos mensajes y ponían solidarios rostros graves y de gran preocupación. Creo que por allí en la fila 37 o 38 un individuo con corbata muy elegante se levantó y sin gritar dijo tersamente: no estoy de acuerdo. Pero las miradas y gesticulaciones de todos en sentido reprobatorio le hicieron regresar a su asiento sin dilación.

La mujer inició su regreso cadencioso hacia su asiento sin causar más que preocupaciones ideológicas, y en ese momento una azafata apareció en escena y con suavidad se dirigió a la manifestante y le conminó a que regresara a su asiento, lo cual hizo obediente la culta manifestante, y digo culta porque no había una sola falta de ortografía en todos su mensajes. Al sentarse junto a mí, noté que traía otros dos pequeños textos cerca del venusino monte que rezaban: Respeto a las áreas naturales protegidas y a la zona federal marítimo terrestre.

De repente el golpe de las llantas del avión en el pavimento del aeropuerto de Veracruz, me despertó. Habíamos llegado. Que mala suerte.
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Ramón Ojeda Mestre-QEPD

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