El Palmarito: un sendero olvidado
Saliendo de Santa Rosalía, cuarenta kilómetros al norte sobre la carretera Transpeninsular -Ruta 1-, se toma la desviación hacia la derecha en el ejido Bonfil y, sobre otros cuarenta kilómetros ahora de terracería, un camino custodiado por choyas, mezquites, cardones, palo blancos; espectaculares y enormes formaciones rocosas que dejan a la vista sus bien diferenciados estratos -donde el tiempo celosamente ha sido guardado-, se llega al valle de Santa Martha.
Sus pocos habitantes se dedican a la cría de ganado bovino, caprino y aves de corral. A la par de estas actividades, dedican tiempo a ser guías turísticos. Sí, porque en Santa Martha existe uno de los más espectaculares sitios de arte rupestre registrado en el municipio de Mulegé: El Palmarito.
Para acceder a las pinturas rupestres "El Palmarito o Cuesta del Palmarito -como también se conocen-, tienen de preferencia que contactar al guía con anticipación, lo que pueden hacer a través de la página en Facebook: https://www.facebook.com/santa.martha.1481. Así éste ya los estará esperando y le ganarán un poco de tiempo al sol que conforme avanza el día se muestra implacable.
El guía es fundamental en este viaje, porque es él quien los ayudará a llegar. Además de que es requisito indispensable su acompañamiento. Así que, una vez en San Martha, deberán dirigirse a casa del señor Patricio, Custodio del INAH, para registrarse en el libro de visitantes y pagar la cuota de setenta y cinco pesos que les dará el derecho de acceder al sitio. A cambio obtendrán un boleto con el que podrán iniciar su colección -así lo hice yo-, ya que después de esta experiencia segura estoy, no podrán dejar de visitar otros sitios de arte rupestre.
Continuando, desde ese punto se trasladarán en vehículo unos tres kilómetros por una accidentada brecha hasta llegar justo donde iniciarán a pie el ascenso.
Déjenme decirles que no sólo son las pinturas las que sin duda disfrutarán; el paisaje desde que se toma la desviación en la carretera Transpeninsular es digno de admirarse, y aunque puede parecer común a todos los caminos que llevan a cualquier otra sierra, ésta, la de Santa Martha recibe, abraza, toca, penetra.
Algunos de sus caminos podrán ser casi intransitables, sin embargo, son los saltos que uno da al avanzar en vehículo, las vibraciones de un poderoso corazón que vibra bajo su ambigua tierra. Los cantos de los Cochimíes, sus danzas, que dan la bienvenida.
La caminata es de una hora a un "buen paso", con pequeños descansos que sirven para hidratarse, tomar aire y deleitarse con la impresionante vista; vasta. Para escuchar a los distintos tipos de aves que con sus cantos saludan e invitan a continuar. La pendiente del sendero no es tan pronunciada. Se abre paso entre matorrales y mezquitales. Cruza arroyos por los que en tiempo de lluvia el agua corre de manera vertiginosa y en otras ocasiones son azotados por la asequia. Así se avanza, poco a poco siguiendo al guía que cuenta historias, responde preguntas y nos anima diciéndonos "ya falta poco".
Todo vale la pena: el sol agobiante, el cansancio, el tiempo invertido, todo. Porque a varios metros todavía de distancia, al alzar la vista, se alcanza a observar la imponente bóveda que alberga la historia de los antiguos Californios. Entonces un nuevo brío invade todo el cuerpo, una chispazo eléctrico aviva los ánimos y el paso se agiliza haciendo a un lado la fatiga. Por fin, unos pasos más se inicia el ascenso por las escaleras de madera, ahí un viejo torote parece cerrar el paso. Él es quien celoso resguarda la historia de miles de años que estamos a unos minutos de contemplar.
Todo vale la pena: el sol agobiante, el cansancio, el tiempo invertido, todo. Porque a varios metros todavía de distancia, al alzar la vista, se alcanza a observar la imponente bóveda que alberga la historia de los antiguos Californios. Entonces un nuevo brío invade todo el cuerpo, una chispazo eléctrico aviva los ánimos y el paso se agiliza haciendo a un lado la fatiga. Por fin, unos pasos más se inicia el ascenso por las escaleras de madera, ahí un viejo torote parece cerrar el paso. Él es quien celoso resguarda la historia de miles de años que estamos a unos minutos de contemplar.
Lo que sigue es indescriptible, por lo general la mayoría de las personas que visitamos estas pinturas nos formulamos preguntas muy similares, las respuestas son las variadas, porque en esto todo es más que nada interpretativo. Nadie nunca podrá descifrar todo el misterio que guardan, el por qué fueron pintadas y sobre todo por quienes.
Así que no queda más que observar, observar y dejar que el pensamiento y la imaginación hagan lo suyo.
Alguna información dice que estas pinturas son las más antiguas, todavía más que las de San Borjita, que existe la imagen de una figura femenina fechada 9200 años antes del presente.
El Palmarito forma parte del estilo "Gran Mural", junto con las de San Francisco de la Sierra.
El descenso para regresar es tan sencillo. Silencioso, con menos barullo. Más íntimo.
La persona camina absorta en sus pensamientos, rumiando imágenes, tratando de descifrar, de armar el rompecabezas. Extasiada del misticismo de "allá arriba".
No hay imaginación suficiente ni inteligencia que sirva para tanto.
En Santa Martha sus habitantes tiene necesidad de trabajar para sobrevivir. Ellos saben ser guías, les gusta contar la historia de su origen, su tierra y comunidad. Si visitamos las pinturas rupestres les damos esa oportunidad, además de conocer nuestro pasado y maravillarnos con lo que en el año de 1993 fue declarado por la UNESCO, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
"Ellos estuvieron aquí y este es su legado".
Lectura sugerida: Historia y arte de la Baja California, de María Teresa Uriarte. ISC