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Filosurfeando: El candidato surfista

Escrito por Francisco Amador García-Cólotl en Lunes, 04 Mayo 2015. Publicado en Anécdota, Deportes, Humor, Política

El día amaneció entre rosas y morados tenues regados en las nubes extendidas del horizonte. Luego, el sol calentó como siempre y se esparció como de costumbre sobre el azul del mar y la playa. A las diez de la mañana, los surfistas, flotando sobre sus tablas, esperaban impacientes las olas antes de que transcurrieran los veinticinco minutos encapsulados en el resoplido de una corneta insolente, y ésta les avisara que su oportunidad de sorprender a los jueces había pasado. Desde la orilla, se veían los puntos rojo, blanco y amarillo de sus licras en un mar casi plano. El público en la playa, con la vista en la distancia, se limitaba a seguir el ritmo de la música y las palabras del narrador en el aparato de sonido. Algunos ya se aburrían cuando, de los restaurantes, apareció una comitiva; allá venía el candidato, sonriente y saludador, rodeado de varios que también sonreían hasta a los perros vagos de la playa. El candidato, joven y de piel sonrosada por las inclemencias de la campaña, aunque vestía traje de baño, sandalias y licra de manga corta lo que más destacaba en él era que cargaba una tabla de surfear, ésta, con las quillas hacia afuera y adelante mientras todos caminaban a su alrededor en la arena caliente de la playa. Se acercó a la tarima y, con todo y tabla, subió saludando alegremente a la concurrencia que se olvidaba de los surfistas que esperaban una ola perdida del último rebalse. El narrador presentó al candidato y le cedió el micrófono. La arena estaba muy caliente y nadie se acercó al frente de la tarima, casi todos se quedaron donde estaban y algunos pusieron atención; aparecieron fotógrafos y videastas con zapatos en primera fila, el candidato se refirió a los jóvenes como el futuro del país, habló de las oportunidades que necesitan, de las escuelas que vienen en camino con su candidatura, de su gusto por apoyar a la juventud, de su amor por el deporte y que su partido tanto apoyaba. La corneta aturdió a todos, incluyendo los pelícanos que volaban en busca de sardinas, y logró callar al candidato por un momento. Los jueces se dispusieron a desayunar tortas mientras los surfistas abandonaban las espumitas que apenas empujaban. Alguien había subido con el candidato a la tarima y tomó el micrófono; con gran elocuencia, habló de la trayectoria del candidato y ensalzó su compromiso con la gente, con los niños y la juventud. Aprovechó para preguntar al candidato si sabía surfear, aquel dijo que alguna vez lo había intentado y el otro lo retó a surfear con los participantes del torneo, el candidato se negó sonriente al principio pero el otro insistía en el reto. El candidato, por fin, aceptó y entró al agua con dos salvavidas del cuerpo de bomberos y dos camarógrafos acuáticos. Los salvavidas lo ayudaron a sortear la rompiente de medio metro y lo subieron sobre la tabla, que por cierto, no tenía cera. Allá en el agua, empujaron la tabla y el candidato se afianzó a ella; como pudo, se deslizó acostado sobre ella, a punto de caer, hasta que las quillas se enterraron en la arena.  Luego, los salvavidas corrieron hasta él y lo llevaron de nuevo al punto donde lo acomodaron y lo volvieron a empujar; la segunda ocasión, su humanidad se desbalanceó en la tabla y la olita lo revolcó suavemente, la tabla pegó con la punta en el suelo marino y rebotó peligrosamente cerca de la cabeza del candidato. Mejor se paró, el agua le llegaba a la cintura, y levantó las manos mientras los fotógrafos hacían su trabajo; salió caminando muy contento de haber surfeado y bromeó con los periodistas que se le acercaron. Algunos, también de piel sonrosada y zapatos, se acercaron espontáneamente a solicitarle una selfie y hasta mojaron su calzado por ganarse el turno de la foto. Ya de vuelta, en el estrado, el candidato habló de las grandes oportunidades de este gobierno para con los y las jóvenes y enfatizó que, como nunca en la historia del país, las y los jóvenes habían gozado de tantas oportunidades de desarrollo. Cuando se refería al milagro mexicano, un asistente al torneo, vándalo seguramente, le robó a gritos la palabra. –Es usted un gran sofista- le gritó repetida e insistentemente y el candidato sonrió modesto y agradeció de igual manera. Al otro día, en un periódico local, un periodista que acompañaba al candidato en el torneo, publicó en primera plana “El candidato es un gran surfista”, aclamaban las decenas de jóvenes que se identifican plenamente con su candidatura.

 

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