La casa rajada
-La explosión, como ronquido que sale de la tierra y todo vibra; nunca sentí nada igual.
Álvaro Plata, sosteniendo un trozo de manguera entre sus manos callosas que hablan del duro trabajo en el campo, muestra las grietas que lucen las paredes y los pisos de su vivienda construida con tabiques y techo de lámina o calamina. En su rostro se reflejan los 64 años de vicisitudes y de pobreza; esa pobreza que también se respira en el norte mexicano como un fuego voraz e incontenible. El reportero y el fotógrafo advierten la figura añosa de don Homero Guajardo, recostado en una cerca de madera de cardón, apoyándose en una vara larga que sobrepasa su sombrero a imagen y semejanza de un caballero andante que se enfrenta a sus molinos de viento.
Sin que los reporteros le hayan preguntado, don Homero les suelta:
-Yo estaba chiquillo cuando aquí andaban los gringos sacando gas, pero no había temblores, tenían otros métodos. Los gringos no querían gas, sacaban aceite para hacer gasolina.
Don Homero dice que anda “pisando los 90” pero a los reporteros les parece que tiene más; hay en su rostro arrugas en las arrugas y su piel tostada por el sol de aquellos llanos de matorrales y espinos, parece cuero viejo de unas chaparreras en desuso.
-Mire, amigo. Los escuincles de la escuelita llegan todos acalambrados por el miedo y les agarra un temblor peor que ese que se siente debajo de los pies. Ya ni ponen atención a la maestra, que por cierto, teme también que el techo se les venga encima en un día de estos.
Álvaro Plata asiente por cada frase pronunciada por don Homero; gira su cabeza a ambos lados como si sus palabras y el dicho del viejo los comprometiera frente a los reporteros que han venido desde la capital del país para recoger el testimonio de los vecinos de Los Ramones, Nuevo León, a escasos 80 kilómetros de Monterrey. En plena conversación, se aproxima una camioneta destartalada, y en medio de una polvareda, se baja quien dice ser Agustín Jaime Tijerina, juez de barrio del ejido Las Enramadas. Saluda tocando con la punta de los dedos el ala del sombrero, y se suma a los comentarios de sus vecinos.
-Los sismos empezaron junto con la perforación de los pozos. Los que quieren el gas son los gringos, es una multinacional que contrató PEMEX, pero las pipas no tienen logotipo. En el ejido hay 100 casas con familias y ya todas están dañadas ¿Quién nos va a pagar? El municipio informa que el gobierno del estado, pero éste dice que no tiene nada qué ver, y PEMEX se exculpa y dice que no tiene por qué pagarnos nada.
El reportero aprovecha el silencio y le pregunta al juez de barrio, si sabe al detalle acerca de las operaciones que están provocando no sólo pánico en la región sino también daños estructurales en las construcciones. Don Agustín Jaime se echa el sombrero un poco hacia atrás dejando ver un mechón de cabellos platinados y arremete con la respuesta.
-Todo el mundo habla del mentado fracking o de las fracturas hidráulicas; aquí en Nuevo León, que es parte de la Cuenca de Burgos, con las reformas de Peña Nieto se tienen contemplados unos 10 mil pozos explotados por extranjeros, y el gobernador dice eso es sólo el principio. Haga de cuenta que van a dejar nuestra tierra como queso gruyere pero eso sería lo de menos. Para realizar esas operaciones requieren grandes cantidades de agua y arena; algo así como de 9 mil a 29 mil toneladas de agua por pozo, más los químicos que contienen alrededor de 300 sustancias tóxicas que podrían ir a parar a la tierra, a los mantos freáticos, y al aire. Las perforaciones en un principio son verticales, y luego se fractura horizontalmente el terreno, inyectando a muy altas presiones agua, arena y químicos, es decir, que el daño no está focalizado en un punto determinado sino que el alto impacto abarca regiones más extensas. Es una técnica de extracción del gas Shale que está siendo cuestionada en todo el mundo, sin embargo, aquí en México pasa de todo y no pasa nada.
Don Homero asalta la palabra y le espeta al reportero:
-Mire, amigo. Imagínese que un temblor eche abajo la presa El Cuchillo; va a desaparecer el municipio de China. Y para acabarla de amolar, a los ejidatarios les están dando 5 mil pesos para que pase PEMEX a perforar en sus terrenos cuando cualquiera sabe que es enorme la riqueza que andamos pisando. Y lo mismo está pasando en toda la región, en todos los municipios, pueblos y ejidos. Van a arrasar con todo y esto va a ser una moridera.
Álvaro Plata toma del brazo al fotógrafo; lo encamina frente a su casa, y le dice:
-Vea para que no diga que le estoy mintiendo; tómele una foto a la casa rajada.
* Relato inspirado en un artículo de La Jornada 16/03/14. Foto/La Jornada
Comentarios (1)
FRANCISCO J. ALVAREZ M.
Un Saludo.