La guerra en la literatura
Sobre este tema que no es ajeno a la historia de la humanidad desde la lucha por el fuego, se han escrito infinidad de libros, sin embargo, esta vez comentaremos sobre tres en particular. Un relato, un ensayo, y una novela. El relato fue escrito por Arturo Pérez-Reverte, y publicado bajo el sello editorial de Alfaguara en el 2008. Lleva por título Territorio comanche, y en él se retratan las peripecias de los corresponsales de guerra, cuyo autor se desempeñó como tal, por más de 20 años. El texto que nos ocupa, se sitúa en la ex Yugoslavia de los años 90, escenario de una guerra separatista que se prolongó desde 1991 hasta el año 2001 en diferentes momentos y regiones. Ciertamente un trabajo de alto riesgo, y atrayente al mismo tiempo, para aquellos que no pueden vivir sin las suficientes y periódicas descargas de adrenalina. A vivir cerca de la muerte y de la destrucción, y en algunos casos, la pérdida de compañeros de trabajo que se encontraron en el momento y en el lugar equivocado. Al respecto el autor señala: “Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta […] El suelo de las guerras siempre está cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es ahí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando”. Es importante referir que esta obra también fue llevada al cine con el mismo nombre.
Con relación al ensayo, el libro lleva por título Ante el dolor de los demás, de Susan Sontag, y publicado también por la editorial Alfaguara (2004), podemos decir que es un análisis de los fenómenos bélicos; su tratamiento a través de los medios de difusión; y su impacto en la conciencia del espectador, sobre todo ahora que las guerras se pueden apreciar en tiempo real en Internet, y en horarios Tripe A de la televisión. La autora nos advierte: “No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra; y cómo se convierte en normalidad”. Sea suficiente citar la Operación tormenta del desierto (1991), y la Invasión a Irak (2003), y recordar cómo es que se anunciaban los espacios televisivos dedicados a la guerra, y cómo las familias se apoltronaban para ver en la pantalla a los soldados norteamericanos y los efectos de sus mortíferas armas sobre suelo iraquí. La autora “explora la confluencia de las <<noticias>>, el arte y el modo en que entendemos las representaciones del desastre. Y desemboca en cuestiones fundamentales: Cómo las imágenes pueden desencadenar rebeldía, concitar la agresividad o fomentar la indiferencia; cuáles son los límites de la compasión y las obligaciones de la conciencia”.
Del tercer libro, comentaremos que es una novela de Steven Galloway, que lleva por título El violonchelista de Sarajevo, publicada bajo el sello de El Aleph Editores (2008), y la historia se desarrolla –al igual que el relato de Pérez-Reverte- en la ex Yugoslavia, específicamente en Sarajevo, cuya tragedia es conocida como el sitio más prolongado de la historia moderna (cuatro años), donde murieron miles de ciudadanos, y la destrucción total de la otrora bella ciudad balcánica que en 1984 fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno. El frío, el hambre, la sed, la destrucción, la muerte, la pérdida de los seres queridos, y de su patrimonio; la lucha diaria para sobrevivir ante el acoso de los morteros y de las bombas provenientes de las montañas, y la muerte selectiva a manos de los francotiradores, eran cosa de todos los días, entre 1992 y 1996, ante la indiferencia de la comunidad internacional; la exigua ayuda de las Naciones Unidas, y el mercado negro que hizo ricos a unos cuantos a costa de todos.
Tres libros y tres perspectivas diferentes; la del corresponsal de guerra; la visión crítica del significado de la guerra y de la “sociedad del espectáculo”; y la literatura trayéndonos la mirada de las víctimas. Tres libros que nos hacen recordar la frase latina: Homo homini lupus, El hombre es un lobo para el hombre.
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Geraldo Castro Gilberto