Mitos, cuentos y leyendas de sudcalifornia: EL MISTERIOSO PANTEÓN DE LOS NIÑOS
No es ningún mito o invención, que en el norte de nuestro estado, un pequeño camposanto alberga las almas inocentes de un grupo de niños desafortunados. Sin embargo, existen varias especulaciones y leyendas acerca de la terrible causa de que estos niños perdieran la vida y de las experiencias paranormales que se pueden experimentar si nos acercamos al cementerio donde descansan.
Al interior del municipio de Mulegé, a no muchos kilómetros de la ciudad de Guerrero Negro, se ubica un cementerio abandonado de apariencia lúgubre y misteriosa. Los locales nos dicen que en este descuidado recinto se encuentran solamente las almas de unos niños que habitaron la región hace más de medio siglo. ¿Las causas de su muerte? Un misterio. La memoria colectiva sugiere que se puede tratar de una extraña enfermedad que afectó solamente a los menores de doce años que habitaban los alrededores de la localidad. Esta hipótesis está reforzada por la ubicación del cementerio, que curiosamente se encuentra a las afueras de Guerrero Negro. Supuestamente, el miedo que provocaba el contagiarse de cualquier cosa que hubiese matado a los niños, provocó que los habitantes decidieran que la mejor opción era mantener los cuerpecitos un poco alejados del núcleo poblacional. Otra hipótesis, que no explicaría la ubicación elegida por los padres y familiares, plantea la posibilidad de que se tratase de alguna intoxicación. Ahora que lo pienso, aunque los niños de la actualidad ya no jueguen como los de antes, en el pasado era normal que los pequeñuelos, a escondidas de sus padres, llegasen a ingerir alguna cantidad de tierra o a beber agua que encontrasen estancada en las calles como parte de sus curiosidades y travesuras pueriles. Creo que ambas teorías tienen su parte de veracidad, pero independientemente de cuál es o no la verdadera, cualquiera de las dos suponen un acontecimiento lamentable y triste que esperamos no se vuelva a repetir jamás.
Al acercarnos al perímetro, totalmente rodeado de desierto, sin cercos, bardas o siquiera alguna puerta, podemos ver pequeñas cruces blancas sembradas en la arena y algunas lápidas totalmente empolvadas. Hoy en día imposible reconocer cualquier dato escrito en éstas, pues la naturaleza, el abandono y el paso de tiempo han borrado lo alguna vez indicó un nombre, una fecha o algún epitafio de despedida. Peluches, juguetes, carritos, muñecas y alguna figurilla de yeso o de porcelana, adornan estas desoladas tumbas.
Los habitantes de zonas cercanas aseguran que los niños enterrados ahí, que dan un total de aproximadamente 70 tumbas, fueron los hijos de los primeros hombres y mujeres en búsqueda de instalarse en la zona del actual Guerrero Negro, mucho antes de que existiera la salinera, y que pudieron haber llegado por la hostil brecha del norte o por alguna embarcación a través de las costas muleginas; aquellos primeros pobladores que fundaron la comunidad, que venían con miras de empezar un hogar en medio de la nada, antes de los años cuarenta, tratando de sobrevivir de la venta de carnes saladas y los intercambios con viajeros que cruzaban por el rumbo.
En la actualidad, es posible visitar la zona. Por una módica propina, los choferes de camión ofrecen a los visitantes un recorrido guiado al cementerio. Quienes lo han visitado cuentan que al estar ahí se siente una melancolía que espesa el aire, y que es posible escuchar alguna que otra risa sin dueño, o ver alguna mano pequeñita impresa en el polvo de los cristales de los autos….
FOTOS: Facebook de Santa Rosalía Pueblo de Lectura