Mitos, cuentos y leyendas de sudcalifornia: LA VIOLINISTA DEL TRIUNFO
Es sabido que la gran cantante Ángela Peralta, conocida como el ruiseñor mexicano, brindó su último concierto antes de morir en tierras sudcalifornias. De hecho, fue tan épico el momento y la ocasión, que otorgó dos funciones, una para el pomposo público elitista de las familias ricas de La Paz, al interior de la casa de Gobierno de esa época, y otra más afuera, cruzando la calle, a todo ciudadano que se dispusiera a acercarse y quedar deleitado. Todo esto ocurrió en el año de 1883, y no viajaba sola, sino acompañada de nada más ni nada menos que ochenta cantantes de ópera italiana.
La leyenda que les compartimos hoy tiene que ver precisamente con uno de los miembros del elenco: la conocida y famosa violinista de El Triunfo, llamada Gertrudis, con un talento excepcional y una pasión por el instrumento que la llevaron a presentarse ante toda la corte de Europa.
Lamentablemente, en la época en que se ubican estos hechos, una terrible enfermedad azotaba a la población: la fiebre amarilla. Este horrible fiebre fue la causa de la muerte de miles de sudcalifornios, incluidos los 80 cantantes de ópera y la cantante Ángela Peralta, quienes perdieron la vida días después de aquel concierto viajando en barco a Mazatlán. Tristemente, la gran violinista de El Triunfo, Gertrudis, también perdió su vida por esta enfermedad.
El último deseo de Gertrudis, aunque suene un poco extraño, fue que se le sepultara en compañía de su querido instrumento musical, en el panteón de los San Juanes, pues quería seguir tocando su música en la eternidad… curiosamente, desde hace varias décadas, se ha tenido registro de testimonios tanto de fuereños como de locales, veladores, albañiles, visitantes e incluso vecinos de la zona, que aseguran escuchar una dulce melodía en violín tocada en el aire.
Si es cierto esto o no, no importa, lo que podemos aprender de esta historia es que si al talento de una persona toca los corazones de quienes la conocen, entonces ya queda asegurado un pedacito de vida eterna para ellos, en lo que perdure la memoria de los vivos.