Mitos, cuentos y leyendas sudcalifornias: LA CARROZA DE LA CIÉNAGA
Antes de que la Escuela Secundaria Técnica No.1 entrara en función, esa área correspondía a las orillas de la ciudad de La Paz donde se ubicaba la Ciénaga de Flores. La ciénaga es un pantano donde se saca provecho de su humedad para cultivar diversas plantas. La ciénaga de La Paz era llamada “de Flores” debido a que desde hace muchos años el sitio contaba con las condiciones necesarias para la siembra de diversas plantas de flores multicolores. Gracias a las maravillas de la naturaleza, la Ciénaga de las Flores se formaba naturalmente con el paso de los arroyuelos que dejaban las lluvias.
En el año de 1940, cuando aún la ciénaga tenía vida, existía un rancho tradicional con corrales y un pozo abierto del cual se extraía agua con un molino de viento. En una tarde fría de enero Don Porfirio, quien era el cuidador del rancho, se percató de la presencia de una hermosa carroza de la que bajó una bella mujer acompañada del cochero, ambos caminaban al interior de la huerta como si flotaran sobre nubes de vapor.
Don Porfirio se encaminó hacia el par de extraños visitantes para conocer el motivo de su llegada, mientras más se acercaba más se llenaba de terror. Observó detenidamente la carroza que era parecida a las funerarias, lo suficientemente negra y tétrica para paralizarlo del miedo.
La misteriosa mujer cortó algunas flores para posteriormente hacer un ramo y se subió nuevamente a la carroza con ayuda de su cochero para irse, sin decir ni una sola palabra. Don Porfirio impactado y muerto de miedo olvidó cobrarle las flores, dejó que todo pasara y al día siguiente comentó lo sucedido con los propietarios, quienes obviamente no creyeron su historia y llegaron a la conclusión de que se le pasaron las copas la noche anterior.
A los diez días apareció nuevamente la carroza, pero esta vez sin cochero ni mujer, sólo con dos caballos negros, muy brillantes; Don Porfirio se armó de valor para acercarse, pudo detectar una mezcla de olores a extraños perfumes y adornos que parecían ser de oro puro.
Ante la poca credibilidad que tenían sus jefes con él, Don Porfirio decidió ir con el delegado de Gobierno para comentarle lo sucedido. Las autoridades mandaron a vigilar la ciénaga pero no volvió a aparecer. Sin embargo, Don Porfirio no era el único que había visto la misteriosa carroza con sus pasajeros.
Hubo una noche en la que más de 20 personas que vivían en la orilla de la carretera (actualmente calle Isabel la Católica) reportaron ver la carroza, todas las narraciones coincidían en los detalles y en la presencia de la bella mujer y su cochero.
Con el tiempo la historia de la carroza fue desapareciendo, al igual que la ciénaga. Hay quienes relatan que Don Porfirio aguardó cada noche en la espera de la carroza y sus misteriosos pasajeros, pero nunca volvió a aparecer.