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Revista Tamma Dalama: LA OPOSICIÓN EN MÉXICO, Y SU EXTRAVÍO escrito por Jesús Omar Castro Cota

Escrito por Tamma Dalama, Universidad Mundial. en Martes, 20 Noviembre 2018. Publicado en Jesús Omar Castro Cota, Revista Tamma dalama, Revista Universitaria Tamma Dalama, Tamma dalama, Tamma dalama, Universidad Mundial, Universidad Mundial, Universidad Mundial BCS, Universidades en BCS, Vinculación Universidad Mundial

Profr. Jesús Omar Castro Cota

Profesor de Educación media en la especialidad de Física y Química. Maestría en Desarrollo Humano, actualmente estudia el Doctorado Internacional en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor de la Universidad Mundial.

 

Desde la perspectiva histórica, y estamos hablando desde la Asamblea Nacional Constituyente resultan-te de la Revolución Francesa de 1789, la Izquierda se ha caracterizado por mantener una posición opuesta y divergente del absolutismo, las dictaduras, las hegemonías, el conservadurismo, la desigualdad, la in-justicia, y la exclusión social, promoviendo por otra parte, la equidad, la solidaridad, la fraternidad, la igualdad social, la soberanía, los derechos humanos, la autodeterminación, la ciudadanía, y la democracia. Después de más de 200 años de este acontecimiento que cimbró las estructuras monárquicas de la Francia del siglo XVIII, la Izquierda devino en un mosaico político que ha determinado diferentes enfoques en el cómo abrazar la lucha de clases, atendiendo ciertamente a las circunstancias de cada región del mundo pero también a la visión e intereses de sus dirigentes. Así se ha tenido, desde la Izquierda Revolucionaria hasta la Izquierda Moderada, pasando por “n” número de siglas, plataformas político-ideo-lógicas, y estilos y formas de dirigir “las izquierdas” frente a otra gama de “centros” y de “derechas”.

En este contexto, vale citar al Doctor Arnaldo Córdova, cuando expresa: En una sociedad democrática, la izquierda es una corriente política que, con sus propias demandas y exigencias, marca una distancia frente a las demás fuerzas políticas de la que la misma sociedad se beneficia en la medida en que puede contar con un referente para decidir su futuro. La izquierda, según sus emblemas, se debe como representación a una parte de la sociedad, aunque, como fuerza política nacional, pretenda gobernar para todos; por eso es un partido, vale decir, una parte de la sociedad. Una izquierda democrática pretende representar los intereses de todos aquellos que en la sociedad viven de su trabajo y vincula su existencia a la defensa de esos intereses.

Lo anterior, no riñe con la existencia de otras fuerzas políticas como parte de los equilibrios, y de patente de una sociedad democrática, con todas las mismas posibilidades de acción y de éxito.

Así se puede reivindicar también, la propia existencia de una Izquierda necesaria como parte de la balanza social y política frente a las demás opciones que se puedan ofrecer a la ciudadanía.

Son muchos los postulados que identifican a la Izquierda, y a los cuales –entendemos- está comprometida a servir; la defensa de los desiguales; la defensa de la soberanía nacional, desde dentro y fuera del país; la defensa de un modelo educativo que favorezca a los trabajadores o a los explotados que quiere representar; la defensa de la cultura nacional que da identidad a la nación y a las clases populares; la defensa de los derechos humanos; de los pueblos indígenas y contra toda forma de discriminación, y por la defensa del Estado de Derecho.

Una Izquierda que enfrente los poderes fácticos u oligárquicos que depredan y destruyen la riqueza nacional, y anteponga ese Estado de Derecho; y la competencia democrática apegada a los principios constitucionales.

Por el contrario, una Izquierda sólo electoral, dedicada a la rebatinga de puestos de elección o de privilegios estatales, o al uso de la política para saciar sus apetitos facciosos o personales, no sólo no tiene legitimidad como Izquierda política sino que tampoco tiene cabida en un Estado Democrático.

Y aquí la pregunta que asalta es: ¿Acaso existe una auténtica Izquierda en México? Desde nuestro punto de vista, sí, sí existe. Existen organizaciones y personalidades animadas por sus principios y por la buena fe; una Izquierda congruente, responsable y compro-metida con la transformación económica, política y social de nuestro país. Por otro lado, se tiene también, una Izquierda tribal, logrera y oportunista que se ha atragantado con los puestos de poder y de representación popular.

Incluso, los gobiernos “de Izquierda” con candidatos y gobernantes extraídos de las filas del PRI y del PAN –con las salvedades de algunos avances y logros importantes e insoslayables- han sido gobiernos que han marcado mínimas diferencias en las formas de gobernar, frente a los gobiernos del nacionalismo revolucionario o tecnocrático del PRI, y de la derecha del PAN. En este tenor, el filósofo Giovanni Sartori señala categórico: Al día de hoy, la izquierda sigue siendo moralmente genuina por lo que respecta a quienes creen en ella y a sus activistas de base, pero en su mayoría es moralmente hipócrita en sus vértices. Digámoslo así: si el poder corrompe un poco a todo el mundo, a quien más corrompe es a la izquierda cuando llega al poder.

En su desempeño parlamentario a nivel local y federal –salvo honrosas excepciones- la Izquierda se ha presentado dividida, y sin señales de cohesión ideo-lógica para enfrentar como bloque (PRD-PT-Movimiento Ciudadano) la ofensiva neoliberal, que por elemental diferencia política y compromiso con el pueblo de México, deberían de hacer valer el poder ciudadano que se les delegó a través del sufragio.

Penosamente, el desempeño de una parte de esa Izquierda parlamentaria, ha sido sectario, de simulación democrática, omiso, tibio, sordo, mudo y ciego, cuando no, traidor. Y como un eufemismo de la traición a los principios básicos, una parte de esa Izquierda se hace llamar “moderna”, aunque en nuestra tierra se le llame claudicación. Una izquierda que carece de anclaje ideológico, es una izquierda hipócrita de la que nada bueno puede resultar.

¿Cómo entender que esa “Izquierda moderna” haya firmado el Pacto por México como cheque en blanco a un régimen que recién compró la presidencia, y que representa lo más arcaico de la política en términos de autoritarismo, represión y antidemocracia?

¿Cómo entender que los partidos PRD, PT y MC, denominados de Izquierda, vayan coaligados unas veces con el PRI y otras tantas con el PAN?

No, no hay forma de explicarlo, de justificarlo ni de aceptarlo.

Insistimos, no podemos medir con el mismo rasero a todos los actores de la Izquierda en México; existen corrientes y personalidades verdaderamente compro-metidas con una visión que no ha perdido la brújula ideológica frente al glamur del poder y de los puestos.

Una Izquierda comprometida con el Derecho y la justicia; con el avance y el progreso de la sociedad, y del pueblo trabajador; con una representación de las clases que viven de su trabajo y enemiga de toda simulación democrática; que rechaza la exclusión y la discriminación; solidaria con los pueblos del mundo y por la igualdad de los ciudadanos.

Sin embargo, esta Izquierda está fragmentada, aislada, y más de las veces, no organizada. Porque no sólo es el problema de la Izquierda institucionalizada a través de los Partidos como ya se ha caracterizado aquí; también esa auténtica Izquierda no ha encontrado la luz al final del túnel para convertirse en una fuerza política verdaderamente alternativa. Son millones de ciudadanos “sin Partido” que entienden de la necesidad de una fuerza política distinta al PRI y al PAN, y a los satélites que orbitan a sus alrededores, como el Verde, y el Panal, y en el peor de los casos, cuando esa Izquierda “moderna”, se coaliga con éstos.

En este escenario no puede quedar al margen, el registro de un nuevo partido como Morena, que si bien es cierto, lo encabeza el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, como una de las figuras más emblemáticas de la Izquierda en México, también hay que decir que en algunos segmentos de sus bases, se advierten prácticas sectarias que anulan la inclusión, y por otro lado, el fantasma del caudillismo se hace presente. Lo anterior, no descalifica la congruencia de su posición política frente a los grandes problemas nacionales.

Insistimos, en el país existe una auténtica izquierda no partidista, y algunas expresiones de izquierda verdaderamente comprometidas dentro del PRD, del PT y de MC. Al respecto, no son muchas las opciones que tienen estas minorías al interior de sus partidos; enfrentar desde adentro a las burocracias que ha minado el perfil político e ideológico de éstos o romper con su militancia.

Pero más allá del debate en cuanto a su permanencia en esos partidos, se debe asumir con responsabilidad la necesidad de encontrarse y reencontrarse con ciudadanos y compañeros que coincidan en que los mexicanos merecemos un mejor presente y la construcción del andamiaje para un futuro de oportunidades para todos.

Que coincidan en no arriar las banderas por las que se luchado desde hace muchos años, con diferentes formas y desde diferentes escenarios. Que coincidan en que ningún esfuerzo será vano mientras se continúe intentando la unidad y la organización política como dique a la ofensiva económica, política y social neoliberal, impulsada y defendida tanto por el PRI como por el PAN, y penosamente, por una parte de la Izquierda colaboracionista y claudicante en México. No es cosa menor lo que está en juego o mejor dicho en riesgo: El trabajo digno y bien remunerado; La educación pública; Los derechos de los trabajadores; Nuestros recursos energéticos; Las zonas estratégicas del territorio que comprometen la seguridad nacional; La soberanía nacional; El medio ambiente; Los principios básicos de toda democracia representativa; El ingreso de las clases medias y bajas, y su poder adquisitivo; El sistema de pensiones y jubilaciones; entre otros, derivado de las reformas “estructurales” que se han aprobado, como la laboral, la educativa, la de comunicaciones, la fiscal, y la energética.

Razones más que suficientes, para que en el ejercicio de una ciudadanía activa, se discuta desde una Izquierda congruente; tolerante, plural, crítica, consecuente, capaz de articularse con otros sectores políticos y sociales, y sobre la base de las coincidencias, los grandes desafíos de la realidad nacional. Coincidencias que pueden resultar desde lo individual y desde lo colectivo; desde los ámbitos académico, político, cultural, sindical, ambientalista, artístico, estudiantil, social, del campo y de la ciudad.

El problema es que estamos, en lo general, frente a una Izquierda “moderna” y cómplice, como dice Porfirio Muñoz Ledo, que presta justificación consensual a los abusos del poder bifronte y comprueba que éste puede capturar todos los espacios del Esta-do. Que utiliza, a través de su sistema de concesiones y en favor de sus patrones ideológicos, a una izquierda corrupta y palera.

¿Por qué adquiere relevancia el tema aquí abordado?

Porque después de 73 años de gobiernos priistas, con un paréntesis de 12 años de gobiernos panistas –por cierto cargados de violencia y de muerte- , nuestro país ofrece hoy, todas las características de un Estado Fallido. Fracaso social, político y económico; corrupción y criminalidad. Un Estado que se ha hecho ineficaz, teniendo sólo un control nominal sobre su territorio, en el sentido de tener grupos armados desafiando directamente a la autoridad; a la corrupción extrema, tocando fondo entre los países más corruptos del orbe; a un extenso mercado informal; a una burocracia impenetrable; ineficacia judicial; a la interferencia militar en la política; a una pobreza que impacta a más de la mitad de su población, y sojuzgado por los dictados económicos de los pode-res supranacionales. Y para rematar, la presencia o intervención del crimen organizado en la política y en el gobierno, y como ha quedado demostrado recientemente, la violencia de Estado, contra presuntos delincuentes; campesinos; defensores de derechos humanos; periodistas; activistas políticos; y lo más deleznable, contra estudiantes inermes.

Sin embargo, de la crisis política que vive el país, también es corresponsable la izquierda mexicana, in-capaz de revertir su atomización, incapaz de renunciar a sus parcelas de poder; incapaz de gobernar de manera profundamente diferenciada respecto de los gobiernos de la derecha priista y panista; incapaz de superar el estatus de izquierda electorera; e incapaz de sobreponer el interés superior de la nación.

Reconocemos que en un sistema de partidos, el objetivo es la conquista del poder público para ponerlo al servicio del pueblo, y en México, contamos con cuatro partidos denominados de izquierda, y si éste es el propósito, con una izquierda dividida el panorama es poco alentador. Para ello se requieren auténticos liderazgos cuya estatura de miras, los coloquen en una amplia perspectiva de lo que el pueblo de México exige, demanda y necesita con urgencia. Verdaderos patriotas; visión de estadistas; mexicanas y mexicanos comprometidos con la defensa de la soberanía, de sus recursos, y del interés general de la nación.

El país necesita una izquierda vinculada a las luchas y reivindicaciones sociales; una izquierda al servicio de las causas populares; una izquierda que promueva el cambio desde abajo; una izquierda no burocrática; no colaboracionista con sus adversarios históricos; una izquierda con perfil; una izquierda cohesionada; una izquierda no clientelar ni divorciada del pueblo; una izquierda que sea capaz de mantener la interlocución con los órganos del gobierno pero sin claudicaciones vergonzosas; una izquierda que enriquezca el debate sano de las ideas y la coexistencia pacífica, reconociendo que en la diversidad y la pluralidad se encuentra la riqueza de un pueblo.

A 104 años de distancia de la Revolución Mexicana, y a 85 años de gobiernos priistas y panistas, el país se nos escurre como arena entre los dedos; pobreza galopante, marginación, violencia, crimen organizado, violencia de Estado, corrupción, desgobierno, destrucción del tejido social, desplazados, decrecimiento económico, recursos energéticos subastados, derechos laborales conculcados, control mediático, son los vientos huracanados que azotan nuestro país desde los cuatro puntos cardinales, con las protestas de miles y la indiferencia de millones.

Tenemos que dejar de ser masa para recuperar la ciudadanía activa; tenemos que dejar ser uno, para convertirnos en muchos. Ya lo decía José Saramago en la Universidad Complutense de Madrid: las Universidades están llamadas a formar no sólo buenos profesionistas sino también buenos ciudadanos. Y si el cambio empieza por la Universidad, mantendremos viva la esperanza de un mejor país y de un mundo mejor.

Ya lo decía en una de sus pláticas universitarias, Paco Ignacio Taibo II, quien crea que no hay nada que cambiar, que se vaya a ver telenovelas.

 

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