SE VALE SOÑAR
Me gusta mucho recordar ciertos momentos de niño, cuando mi abuelo me daba algún consejo al darse cuenta que mis actividades infantiles atravesaban por una etapa crítica. Sus consejos parecían comprender totalmente mis necesidades y expectativas, como si él mismo las estuviera viviendo y como si conociera, paso a paso, su solución. Esa fotografía mental de lo que debía hacer para resolver mi conflicto aparecía de forma mágica en su mente, permitiéndome ver claramente el camino para lograrlo. Ahora, como adulto, me doy cuenta que igual sucedía con las recomendaciones maternales, de mi padre e incluso de nuestro entrenador de básquetbol. Curiosamente, esto se parece a la forma de compartir la visión de futuro a través de la cual nuestros líderes nos hacen involucrarnos en el trabajo profesional dentro de las organizaciones públicas en las que nos desempeñamos.
Comentábamos ya en artículos anteriores que los líderes manifiestan —según se desprende del estudio de diferentes casos—, en sus acciones de liderazgo la definición de procesos fundamentales, como: cambiar el status quo, es decir, retar un proceso, compartir una visión del futuro para el estado de cosas en la organización, involucrarnos en el compromiso del trabajo conjunto para alcanzar dicha visión, mostrar el camino a seguir con su propio ejemplo y apasionarnos en la participación de las acciones emprendidas. En nuestro artículo anterior resaltamos el reto que los líderes afrontan en cada acción de liderazgo y hoy queremos resaltar lo correspondiente a la visión de futuro que nos hacen compartir a sus seguidores, permitiéndonos vivir intensamente la construcción de dicha visión.
Resulta trascendente encontrar coincidencias en nuestros líderes de una u otra forma, al explicarnos sus acciones de liderazgo con frases como: ¨Todo empieza con un sueño¨. Y es que resulta del estudio de diferentes casos que ese sueño, precisamente, se vuelve la fuerza con la que se construye el futuro. Nuestros líderes invierten un considerable esfuerzo recolectando y comparando deseos y expectativas, llevándolos a lo largo del tiempo, imaginándose como sería el nuevo estado de cosas de la organización cuando hayamos arribado a ese futuro en donde encontramos satisfacción a dichas expectativas. Este sueño al que se hace referencia puede llamarse de diferentes formas, siendo la más común ¨visión de futuro¨. Otros lo describen como: ¨propósitos¨, ¨misión¨, ¨meta¨ e incluso ¨agenda personal¨. Independientemente del nombre que se le asigne, esta visión refleja el deseo de hacer que algo suceda, cambiar la forma en que las cosas son, crear algo que nadie había creado antes, etc.
Crear una visión de futuro del estado de cosas deseado para nuestra organización pública no es tarea fácil ni de una sola persona. No basta una reunión de la junta directiva para definirla, ni siquiera un congreso con la presencia de todos los integrantes de la organización para definirla de forma instantánea. La visión de futuro no es la visión única del líder impuesta al grupo de seguidores. Es realmente la visión conjunta, compartida por el grupo —familia, equipo, organización—, que concentra y se construye con los deseos y expectativas anhelados por todos ellos. Esta visión colectiva del futuro, compartida por los miembros de la organización, es retomada por el líder y se encuentra expuesta ante nosotros con claridad y con la seguridad de reconocer el camino a seguir para alcanzarla. Pero una visión vista exclusivamente por un líder es insuficiente para crear un movimiento organizacional o un cambio significativo en el estado de cosas dentro de la institución. Recordemos que sin seguidores no hay líder y que los seguidores sólo nos entregamos a la acción de liderazgo al aceptar esa visión como nuestra. No puede ordenarse adquirir un compromiso. Un líder tan sólo puede inspirarnos a hacerlo nuestro.
El proceso de construcción de una visión compartida del futuro requiere de un gran esfuerzo organizacional fundamentado en la alineación de los principios y valores individuales de cada uno de los miembros de la organización con los correspondientes a los de la propia institución. Sobre todo, requiere la consolidación real de un equipo de trabajo que haya evolucionado mediante la señalada alineación de principios y valores, la puesta en práctica en procedimientos eficaces para la comunicación y la toma de decisiones colectivas. La consolidación de equipos eficientes y efectivos en el trabajo también depende del entusiasmo con el que se enfrenta la visión de futuro y la forma en que nuestros líderes la comunican y muestran su creencia en dicha visión compartida, pues si con su ejemplo nos muestran el camino a seguir para alcanzarla, esta es la verdadera chispa que enciende la flama de la inspiración y el apasionamiento que nos involucra en la construcción de la visión futura, compartida, para el nuevo estado de cosas de la organización.