Shakespeare mueve multitudes…
De visita en Verona en el año 2012, tuvimos la oportunidad de constatar el fenómeno que moviliza a miles de turistas que se aglomeran para visitar nada más y nada menos que la casa de una persona que no existió. Las opiniones están divididas; algunos sostienen que sí, y que los Capuleto vivieron en el siglo XIV, incluso, se cita una referencia en la Divina Comedia (s. XIV) de las familias representadas por los jóvenes amantes. Por otra parte, hay quienes niegan la veracidad de la existencia tanto de los Montesco, como de los Capuleto. Lo que resulta innegable, es la popularidad que arrastra multitudes en torno a una obra de William Shakespeare después de más de 400 años de haber sido publicada, teniendo como escenario la bella y próspera ciudad de Verona, al norte de Italia. Son millones de turistas los que acuden cada año para acariciar la mama derecha de Julieta –estatua en bronce- ubicada en el patio de la casona, en búsqueda de suerte en el amor. Las paredes de la entrada al patio central, se ven tapizadas de chicles que alguna vez sostuvieron tarjetas o papelitos con mensajes dirigidos a la joven protagonista de esta historia de amor. Para ello, cualquier lugar es bueno para dejar constancia de la visita, y también, unas palabras cargadas de romanticismo por el amor perdido o el amor que se espera del futuro. Se cuenta que existe una cofradía de ancianas que se dedican a contestar la infinidad de cartas enviadas a Julieta, como parte de la tradición que envuelve a ese drama shakesperiano. A decir verdad, seguimos la ruta trazada en la nomenclatura de la ciudad –Casa de Giulietta- más con espíritu etnográfico que como presas del mito o de la mercadotecnia turística. Es más, la construcción no corresponde a la época en la que se sitúa el romance trágico de Romeo y Julieta; pero no importa. Estando en Verona y no visitar “su casa”, es como ir la iglesia y no persignarse. Y claro, pocos se escapan sin salir de ahí con un “recuerdito” desembuchando algunos euros en la tienda de souvenirs de la casa de Julieta. Ahí mismo te hacen saber que puedes rematar el día, visitando la tumba de Julieta que se encuentra en un convento no lejos de ahí; pasear por los jardines y pasar a la celda donde hay un sarcófago de mármol rojo sin tapa, donde yacieron los restos de una mujer que como ya se ha escrito, no existió. A la Tomba de Giulietta no fuimos; ya era demasiado. Mejor regresamos nuestros pasos hacia el anfiteatro romano –la Arena de Verona- construido en el año 30 d.C., con capacidad para 30 mil personas, y una de las construcciones mejor conservadas de su tipo.