Carta anónima

Querido joven:

He decidido dedicarle estas palabras pues nuestro encuentro infortunio ha despertado en mí un sentimiento que creía inexistente,  quizá no me recuerde pero soy esa persona que miraba el horizonte mientras usted, en medio de un arranque, caminó hacia la orilla de la playa.

Su cabello estaba atado y portaba un atuendo muy casual, no fue su físico o su manera de caminar lo que llamó mi atención, sino su acto tan desinteresado; eso  fue lo que se tatuó en mi mente; le vi recoger aquellas botellas con molestia absoluta.

Había gastado gran parte de la mañana mirando la pantalla de mi celular, tomando fotos y revisando “Facebook” ¡Qué desconectados estamos! Fue su acto un duro despertar a mi conciencia, había estado más de 10 minutos mirando por aquel balcón el hermoso horizonte pero no me había percatado de aquellas botellas, sin embargo, usted las tomó e hizo algo al respecto.

¡Quién lo hubiera dicho! Estamos en un mundo dónde sólo nos fijamos en lo que queremos ver, en una sociedad dónde unos ignoran mientras otros actúan, no puedo más que externarle mi agradecimiento. Quizá, si usted no hubiera atravesado por mi horizonte, no habría sido capaz de darme cuenta de la falta que me hace desconectarme.