LA PESTE DEL SIGLO XXI
Hace algunos años que nos convertimos en vecinos de La Fuente, y en un principio asumimos que era un modo de retornar a los tiempos aquellos de La Paz con sus calles de tierra, terrenos baldíos, los cerros a la vista, y el ganado paciendo por las aceras; una calma chicha y un silencio que sólo era roto por el canto de las palomas, los gorriones, las calandrias, las chacuacas y los cenzontles. En plena canícula, el incesante cortejo de las chicharras, y por la noche, el apasionado canto de los grillos. No quedaban fuera de estos sonidos que creaban un ambiente bucólico, el maullido de los gatos y el ladrido de las jaurías que iban y venían con la propulsión de sus hormonas.
A casi diez años de distancia, La Fuente sigue siendo una colonia con calles de tierra (excepto dos pavimentadas; una por sexenio); con los cerros a la vista; más perros y gatos; menos aves silvestres; las mismas vacas que se acercan a las plantas de ornato, y los mismos terrenos baldíos invadidos de hierba seca. Pero los sonidos han cambiado; ya no son las chicharras ni los grillos ni las aves canoras...
Es la nueva peste del siglo XXI: Una marabunta de vendedores motorizados de toda especie, que sin consideración a los niveles de decibeles tolerables por el oído humano, arremeten con el anuncio de sus mercancías y prestación de servicios, a cualquier hora del día -mañana, tarde y noche- incluso sábados y domingos. Un paréntesis para agregar que también se le ha sumado a esta aciaga circunstancia, el hecho de que a todos los capitalistas choyeros se les ocurrió invertir en La Fuente, construyendo Palapas para Fiestas. Existen como ochorrocientas, y ya sabrán cómo se pone desde el jueves hasta el domingo, con un ruido de la chingada.
Volviendo a los vendedores motorizados, que se han pasado por el arco del triunfo el Bando de Policía y Buen Gobierno, en cuanto a su prohibición expresa a tanto desmadre, sólo les diré que el inconsciente ya nos hace cantar todas las letras y bien entonados, de los fondos musicales y los productos que se ofrecen a través de las avasalladoras bocinas de los vehículos en cuestión. "Panadero con el pan" de Tin Tan; Aguas de todas las marcas: Sierra Azul, Jan, Arco Iris, Monarca, El Cardón. Los gases Caligas y Global Gas; los tamales de Doña Chonita, y de Castillo; los comprametales; las nieves y su musiquita que se instala hasta en el hipotálamo; el reparador de lavadoras, que dice que si la arregla, te cobra, y si no la arregla, no te cobra; Las naranjas del Valle; las fresas de El Pescadero; los del jabón líquido lavatrastes, y pinol, pinol, que limpia, brilla y desinfecta, y para rematar, el motorcito que nos deja todos fumigados con malatión por parte del sector Salud para acabar con el zancudero. Y no les he contado que es también una colonia muy musiquera; entre viernes y domingo, en muchas casas se ponen "hebreos y escandinavos" hasta la madrugada, y se escuchan puros berridos queriendo imitar a Vicente Fernández o al Potrillo, ahora que se puso de moda el mentado karaoke.
La cereza del pastel está representada por las medidas extremas que están tomando los vecinos frente a la inseguridad cifrada en robo en casa habitación o robo de automóviles; gracias a la genética aplicada a los canis lupus familiaris, ahora se están consiguiendo unos tremendos perros que parecen becerros, y que por falta de espacio, a los pobres animalitos no les queda de otra más que ladrar, y que digo ladrar, estos perros de nuevo cuño, aúllan como lobos a todas horas del día y de la noche, haciendo que nuestro sistema nervioso quede hecho una hilacha sin poder trabajar, leer, descansar, platicar, hacer nada o dormir. Del pilón, luego les platicaré; las diez mil llamadas de todos los bancos ofreciendo mil y un servicios, y las otras diez mil llamadas de las compañías telefónicas diciendo que son las mejores del planeta.
Si esto pasa en sus colonias, es mera coincidencia.