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LA PESTE DEL SIGLO XXI

Escrito por Omar Castro Catedrático de la Universidad Mundial Campus La Paz en Lunes, 28 Abril 2014. Publicado en Anécdota, Jesús Omar Castro Cota, Narración, Opinión

Hace algunos años que nos convertimos en vecinos de La Fuente, y en un principio asumimos que era un modo de retornar a los tiempos aquellos de La Paz con sus calles de tierra, terrenos baldíos, los cerros a la vista, y el ganado paciendo por las aceras; una calma chicha y un silencio que sólo era roto por el canto de las palomas, los gorriones, las calandrias, las chacuacas y los cenzontles. En plena canícula, el incesante cortejo de las chicharras, y por la noche, el apasionado canto de los grillos. No quedaban fuera de estos sonidos que creaban un ambiente bucólico, el maullido de los gatos y el ladrido de las jaurías que iban y venían con la propulsión de sus hormonas.

A casi diez años de distancia, La Fuente sigue siendo una colonia con calles de tierra (excepto dos pavimentadas; una por sexenio); con los cerros a la vista; más perros y gatos; menos aves silvestres; las mismas vacas que se acercan a las plantas de ornato, y los mismos terrenos baldíos invadidos de hierba seca. Pero los sonidos han cambiado; ya no son las chicharras ni los grillos ni las aves canoras...

Es la nueva peste del siglo XXI: Una marabunta de vendedores motorizados de toda especie, que sin consideración a los niveles de decibeles tolerables por el oído humano, arremeten con el anuncio de sus mercancías y prestación de servicios, a cualquier hora del día -mañana, tarde y noche- incluso sábados y domingos. Un paréntesis para agregar que también se le ha sumado a esta aciaga circunstancia, el hecho de que a todos los capitalistas choyeros se les ocurrió invertir en La Fuente, construyendo Palapas para Fiestas. Existen como ochorrocientas, y ya sabrán cómo se pone desde el jueves hasta el domingo, con un ruido de la chingada.

Volviendo a los vendedores motorizados, que se han pasado por el arco del triunfo el Bando de Policía y Buen Gobierno, en cuanto a su prohibición expresa a tanto desmadre, sólo les diré que el inconsciente ya nos hace cantar todas las letras y bien entonados, de los fondos musicales y los productos que se ofrecen a través de las avasalladoras bocinas de los vehículos en cuestión. "Panadero con el pan" de Tin Tan; Aguas de todas las marcas: Sierra Azul, Jan, Arco Iris, Monarca, El Cardón. Los gases Caligas y Global Gas; los tamales de Doña Chonita, y de Castillo; los comprametales; las nieves y su musiquita que se instala hasta en el hipotálamo; el reparador de lavadoras, que dice que si la arregla, te cobra, y si no la arregla, no te cobra; Las naranjas del Valle; las fresas de El Pescadero; los del jabón líquido lavatrastes, y pinol, pinol, que limpia, brilla y desinfecta, y para rematar, el motorcito que nos deja todos fumigados con malatión por parte del sector Salud para acabar con el zancudero. Y no les he contado que es también una colonia muy musiquera; entre viernes y domingo, en muchas casas se ponen "hebreos y escandinavos" hasta la madrugada, y se escuchan puros berridos queriendo imitar a Vicente Fernández o al Potrillo, ahora que se puso de moda el mentado karaoke.

La cereza del pastel está representada por las medidas extremas que están tomando los vecinos frente a la inseguridad cifrada en robo en casa habitación o robo de automóviles; gracias a la genética aplicada a los canis lupus familiaris, ahora se están consiguiendo unos tremendos perros que parecen becerros, y que por falta de espacio, a los pobres animalitos no les queda de otra más que ladrar, y que digo ladrar, estos perros de nuevo cuño, aúllan como lobos a todas horas del día y de la noche, haciendo que nuestro sistema nervioso quede hecho una hilacha sin poder trabajar, leer, descansar, platicar, hacer nada o dormir. Del pilón, luego les platicaré; las diez mil llamadas de todos los bancos ofreciendo mil y un servicios, y las otras diez mil llamadas de las compañías telefónicas diciendo que son las mejores del planeta.

Si esto pasa en sus colonias, es mera coincidencia.

 

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