Una página más
¡Cuántas veces admiré en secreto el talento de los escritores! Creadores de pensamientos tan precisos y exactos que me hacían imaginar cualquier escenario; los personajes, que pasarían a ser míos desde el primer pensamiento, y me ayudarían a revivir por momentos aquellos sentimientos que creía apagados.
Recuerdo pasar infinidad de noches a media luz, devorando páginas para mi propia existencia, alimentando una mente adicta a la impresión, palabras en su jugo extraídas desde un alma desconocida y colocadas en mis manos con la sutileza de tan delicado material. Sí, admito con desgana que por mucho tiempo deseé abandonar mi mundo y encerrarme dentro de un salón lleno de portadas, aventuras y prosas bien logradas.
Osados fueron los momentos en que mi valentía o mi ingenuidad me permitieron hacer uso de las musas a mí alrededor, desbordando su belleza a través de tan bellos instrumentos de escritura para dejarme llevar por aquel sentimiento liberador. En mi mente podía ser un Shakespeare, un Neruda o un Alighieri pero por fuera de ésta era un simple repartidor entregando una pizza.
Son las once treinta y sigo esperando que alguien me reciba, me pregunto ¿Qué libro podré disfrutar cuando haya terminado?
Amaya